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30 de agosto de 2016 - Año XI - Nº 2173

Intención misionera del Papa para el mes de septiembre
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El primer sacerdote de la Iglesia en Mongolia, la Iglesia más joven del mundo
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Un seminarista leonés y su experiencia con inmigrantes en Ceuta
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Recorriendo el Marañón peruano con los misioneros extremeños
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Intención misionera del Papa para el mes de septiembre

OMPRESS-ROMA (30-08-16) Para que los cristianos, participando en los sacramentos y meditando la Sagrada Escritura lleguen a ser siempre más conscientes de su misión evangelizadora. Esta es la intención misionera o por la evangelización que propone el Papa Francisco para el mes de septiembre.

El mismo Papa les decía a los jóvenes, reunidos el pasado 28 de julio en Cracovia con motivo de la JMJ: “Quien acoge a Jesús, aprende a amar como Jesús. Entonces él nos pregunta si queremos una vida plena. Y yo en su nombre les pregunto: ustedes, ¿ustedes quieren una vida plena? Empieza desde este momento por dejarte conmover. Porque la felicidad germina y aflora en la misericordia: esa es su respuesta, esa es su invitación, su desafío, su aventura: la misericordia. La misericordia tiene siempre rostro joven; como el de María de Betania sentada a los pies de Jesús como discípula, que se complace en escucharlo porque sabe que ahí está la paz. Como el de María de Nazareth, lanzada con su «sí» a la aventura de la misericordia, y que será llamada feliz por todas las generaciones, llamada por todos nosotros «la Madre de la Misericordia». Invoquémosla todos juntos. Todos: María, Madre de la Misericordia.

Entonces, todos juntos, le pedimos al Señor ‒cada uno repita en silencio en su corazón‒: Señor lánzanos a la aventura de la misericordia. Lánzanos a la aventura de construir puentes y derribar muros (cercos y alambradas), lánzanos a la aventura de socorrer al pobre, al que se siente solo y abandonado, al que ya no le encuentra sentido a su vida. Lánzanos a acompañar a aquellos que no te conocen y a decirles lentamente y con mucho respeto tu Nombre, el porqué de mi fe. Impúlsanos a la escucha, como María de Betania, de quienes no comprendemos, de los que vienen de otras culturas, otros pueblos, incluso de aquellos a los que tememos porque creemos que pueden hacernos daño. Haznos volver nuestro rostro, como María de Nazareth con Isabel, que volvamos nuestras miradas a nuestros ancianos, a nuestros abuelos, para aprender de su sabiduría”.

 

 

El primer sacerdote de la Iglesia en Mongolia, la Iglesia más joven del mundo

OMPRESS-MONGOLIA (30-08-16) Este domingo 28 de agosto se ha ordenado en Ulan-Bator el primer sacerdote mongol, toda una bendición para la Iglesia de Mongolia. Joseph Enkh, que es como se llama este sacerdote, es el primero ordenado en la que se considera la Iglesia más joven del mundo.

Hace 24 años, tras décadas de dictadura comunista, volvía la Iglesia a Mongolia. Un país inmenso; tres veces más grande que España y con apenas población. Ulán Bator, la capital, reúne a la mitad de sus tres millones de habitantes, el resto son estepas, en las que en kilómetros y kilómetros no te cruzas con nadie. Es el país del cielo azul, el símbolo de Dios para los mongoles – el Señor del Cielo Azul -, el país de los horizontes inmensos. Tras estos 24 años, ya se ha publicado la Biblia en la lengua local y se celebran bautismos con regularidad. Hay sed de espiritualidad, como señalan los misioneros que viven en Mongolia. Y la Iglesia predica sobre todo con hechos. Tiene dos centros de acogida para niños de la calle, residencias de ancianos y casas para jóvenes, escuelas primarias y guarderías, además de proyectos agrícolas para promover el desarrollo de comunidades rurales, en un país donde muchos sufren graves problemas sociales y de extrema pobreza. Como comentaba Mons. Wenceslao Padilla, el Prefecto Apostólico de esta Iglesia y único obispo de la misma: “El primer sacerdote de Mongolia en nuestros tiempos es un gran don para esta Iglesia naciente”.

La ordenación ha reunido a más de 1.500 fieles y nada menos que 100 sacerdotes de Corea – que tiene profundos lazos misioneros con Mongolia, con cinco sacerdotes diocesanos en misión –, además de a numerosos misioneros y al nuncio, que llevó un mensaje del Papa Francisco al nuevo sacerdote y a la joven Iglesia de Mongolia. Acudieron además, a esta ceremonia celebrada en mongol, autoridades civiles y muchos no cristianos.

Con menos de dos millares de fieles y setenta misioneras y misioneros (de 21 países y 12 congregaciones), la Iglesia en Mongolia es el rostro de la Iglesia universal que asiste al nacimiento de la fe en el corazón de este pueblo, explicaba Esperanza Becerra, una religiosa de la Consolata, cuya comunidad está en Arvaikheer, a 400 kilómetros al sur de Ulán Bator. Y hoy además cuenta con un sacerdote propio… Joseph Enkh, que ayer lunes celebraba por la mañana su primera misa en la misma catedral de San Pedro y San Pablo de Ulan-Bator.

 

 

Un seminarista leonés y su experiencia con inmigrantes en Ceuta

OMPRESS-CEUTA (30-08-16) Las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, los Misioneros Javerianos y el Centro de Inmigrantes San Antonio, han organizado este verano un Campo de Trabajo en Ceuta para jóvenes. En esta experiencia, que llevaba como lema “Acoger al inmigrante, acoger al hermano”, ha participado el joven seminarista de León, Adrián González Villanueva, que cuenta esta vivencia de amor y solidaridad:

“Desaprender nuestros ritmos esclavos del reloj. Desaprender mis prejuicios, la visión enaltecida de mí mismo. Desaprender la vanidad y superficialidad de nuestras relaciones. Desaprender mis miedos y mis mecanismos automáticos. Desaprender nuestras prioridades. Desaprender lo que me separa del otro. Desaprender nuestras tonterías.

Aprender sin libros. Aprender sin leer. Aprender sin memorizar y no para producir ni competir. Aprender con profesores que son a la vez compañeros. Aprender rezando, escuchando, sonriendo, esperando, abrazando, animando, jugando, riendo, compartiendo... Aprender a superar visiones estrechas, a mirar por encima de la apariencia, la nacionalidad y, sobre todo, del color de la piel. Aprender a valorar otras culturas. Aprender a reconocer las virtudes y valores de los demás. Aprender a ver personas. Personas con pasado, con familia, con ilusiones, que buscan la felicidad,… como yo, como tú, como mi familia y la tuya, como mis amigos y los tuyos. Personas que ríen y lloran, con cicatrices en la piel y en el corazón,… como yo, como tú, como mi familia y la tuya, como mis amigos y los tuyos.

He aprendido una de las lecciones más bellas e importantes de la vida, una que me valdrá siempre, en cualquier tiempo y lugar: ver primero a la persona antes que todo lo demás, acoger antes que preguntar o racionalizar, ser humano, ser hermano antes que cualquier otra cosa. He aprendido a bajar de mi pedestal, de nuestro pedestal, y me he dado cuenta que al ir a «ayudar a esos pobrecitos» el pobrecito que ha sido ayudado he sido yo. He aprendido que tengo mucho que desaprender y mucho más que aprender. He aprendido a mirar con el corazón y al corazón.

Esto —y más— es lo que Ceuta, Marruecos, el Centro san Antonio de Inmigrantes y los hermanos que he conocido en el campo de trabajo, tanto africanos como españoles, me han regalado. Alguno podrá sorprenderse y preguntarse si he tenido que ir hasta África para aprender esto pero es que, cuando digo «he aprendido», quiero decir que lo he practicado, que lo he hecho, que lo he vivido y experimentado, no sólo que sé que «hay que» hacerlo. Aquí, en nuestro pueblo, en nuestra ciudad, en nuestro país, «aprender» esto es algo excepcional en nuestra vida. Logramos hacerlo muy pocas veces o son muy pocos los que viven así, mientras que esos «pobrecillos» lo tienen muy bien aprendido y lo logran sin dificultad. Gracias a Dios que todavía podemos desaprender y aprender, que todavía nos pueden ayudar”.

 

 

Recorriendo el Marañón peruano con los misioneros extremeños

OMPRESS-BADAJOZ (30-08-16) Gabriel Cruz Chamizo, director diocesano de Obras Misionales Pontificias de Mérida-Badajoz, ha visitado este verano a sus hermanos misioneros en Perú. Del 24 de julio al 15 de agosto los ha pasado con ellos: Fernando Cintas, Manolo Vélez, Antonio Sáenz, Juan Andrés, César, que junto con las hermanas: Isabel, Glafira, Rosa, Judí, Roció y Caty, Hijas de la Virgen para la Formación Cristiana, forman el grupo de la Iglesia de Mérida-Badajoz que están como misioneros y misioneras en el país andino desde hace más de treinta años.

A su vuelta, Gabriel Cruz comparte ese encuentro con los misioneros extremeños por tierras del Marañón peruano: “Con ellos he visitado sus parroquias y sus distintas comunidades dando comienzo por las que sirve Manolo Vélez, Llanacora, donde pasé un par de días. Allí estaba Coro, la veterana misionera que emplea sus vacaciones para servir y colaborar en varios proyectos que lleva en la diócesis de Chachapoyas desde hace más de una década; en esta ocasión se encontraban en Cajamarca con las hermanas Hijas de María Madre de la Iglesia, que llevan una gran obra en Baños del Inca, Cajamarca. También visitamos la Comunidad de Shaullo Grande para ver las obras de la Iglesia que, gracias a la ayuda del Fondo de Solidaridad Diocesano, esa comunidad está construyendo.

De allí pasamos a Celendín para estar con Antonio Sáenz y celebrar con él las Fiestas Patrias y las Fiestas Patronales. Allí coincidí, ellos ya de vuelta del itinerario que yo empezaba, con nuestros amigos: José Rubio, Sonia, Gema, Isabel y Carmen, que como en otras ocasiones, inquietos y preocupados por la misión Ad Gentes han vuelto para pasar un mes con los sacerdotes y religiosas de nuestra diócesis, colaborando con ellos en todo lo que conlleva la Misión.

A los dos días Antonio nos llevó a orillas del Marañón, línea divisoria entre la Jurisdicción de Celendín y Leymebamba, ambas parroquias de diócesis distintas, (Cajamarca y Chachapoyas) y donde nos recogió Juan Andrés y David, el Ángel de la Guarda del padre, que venían de celebrar en Chacantos. Sacamos las viandas, y celebramos el encuentro gozoso comiendo debajo de un mango, que nos supo a Gloria. Terminada la comida Antonio se volvió a Celendín y nosotros nos marchamos a Leymebamba pasando por el Calla Calla, que nunca me acostumbro, aunque tengo que decir que es espectacular todo el camino. Al fin llegamos sanos y salvos a Leymebamba. Aquí y en los alrededores nos pasamos unos días compartiendo Misa y mesa en Palmira, Dos de Mayo y Montevideo.

Nos marchamos a Chachapoyas para visitar al Sr. Obispo, D. Emiliano y a Caty, allí esperamos a César que venía de visitar las comunidades más lejanas de sus parroquias y que se había pasado ocho días con muchas horas de carro, mulas, y a pie, para poder visitarlos a todos. Ese mismo día, después de comer con Caty nos marchamos a Rodríguez de Mendoza.

Allí me pasé unos días con César, conviviendo y visitando algunas de las comunidades más cercanas: Omia, Los Olivos donde la Titular es la Virgen de Gracia, donada por la Comunidad de Oliva de la Frontera. Una excelente talla (hecha por nuestro amigo José M. Gamero Gil), que ellos la veneran con mucha devoción y fe. Misas por difuntos recientes con sus correspondientes suculentas cenas celebrativas.

El domingo a las siete en la radio, en un programa que tiene los domingos César. Después camino de Huambo para desayunar con las hermanas y celebrar la Eucaristía con la Comunidad Parroquial, ¡Qué gusto celebrar en esa comunidad! Vuelta a Mendoza para celebrar la Misa Parroquial. Después de la comida vinimos a dormir al Convento de nuestras hermanas en Chacha, allí nos alojó Caty y compartimos cena y comida del día siguiente con: Caty, Juan Andrés, Coro, David, César y un servidor. Después de los postres, brindis y fotos, dejamos a César, que intervenía en la Formación Permanente del Clero de Chacha, que daba comienzo al otro día y nosotros vinimos a Leymebamba.

Y cuando se cumplió el tiempo me llevaron a Chacantos, no sin antes pasar por el Calla Calla, donde nos esperaba otra vez Antonio Sáenz. Nos fuimos a una casa y abrimos las mochilas y sacamos: la tortilla de patatas, filetes de pollo empanados, que nos había preparado Coro, y algunas latas que teníamos de reserva y comenzamos el festín. Terminado el banquete Antonio, Lázaro, su compañero y yo nos volvimos a Celendín, como estaba previsto para pasar unos días con Antonio, que resultó para mí muy interesante tanto por nuestras largas charlas como la despedida en Aguadulce con aquella comunidad encantadora a muchos metros de altitud y acceso endiablado.

El día doce me llevó a Cajamarca, saludamos al Obispo y Antonio me despidió en el aeropuerto rumbo a Lima.

En Lima me marché con las Hermanas: Isabel, Glafira, Judi y Rocío y nuestra Coro que había llegado esa mañana con Juan Andrés, que aprovechó para resolver algunos asuntos en Lima. Allí estuvimos unos días conviviendo y celebrando acontecimientos. Allí nos juntamos con Fernando Cintas, el Decano de los Misioneros de Perú con más de tres décadas de permanencia en tierras peruanas. Se encuentra en Mala a pocos kilómetros de Lima en la Costa del Pacífico. Comimos ese día con las hermanas que abrieron su mesa, como siempre, a los nueve comensales que ese día éramos, con palabras de Fernando, que me ponía en un correo, podemos definir el encuentro: ‘Gracias a las hermanas y a todos vosotros por el día tan estupendo que hemos pasado’.

Y el día 15 tomé el avión con destino a España aterrizando en la T4 a los 14,30 minutos.

Amigos y amigas, han sido muchos los acontecimientos y experiencias vividas en esos 21 días que he compartido y vivido entre vosotros, ciertamente la estoy recordado con nostalgia y cariño mi paso por: Lima, Cajamarca, Celendín, Leymebamba, Chachapoyas, Rodríguez de Mendoza y las respectivas parroquias y comunidades con las que he convivido y en las que he celebrado la Eucaristía y otras celebraciones, en ellas era obligado, porque ellos lo exigían, manifestarle el saludo, el recuerdo y el cariño de los padres que por la Misión pasaron; Ángel Maya, Antonio León, Isidro Luengo, José A. Ardila, (P. Josely), Diego Isidoro y Federico Gragera, (P. Fede) , sin olvidar a Leonardo que pasó un tiempo con Josely en Sorochuco. Ante este saludo mencionando a los sacerdotes, ellos respondían con un cerrado aplauso….; por todo esto y otras muchas razones similares, tengo que decir que, una vez más, mi paso por esas tierras, como en otras ocasiones, ha supuesto una experiencia espiritual fuerte e importante en mi vida. Si Dios quiere, no será la última vez que vuelva a estar entre vosotras y vosotros.

Soy consciente que son muchas cosas importantes las que me quedo por contar y decir, por eso, parangonando a un personaje de Campoamor, solo me queda decir que ‘Cuantas cosas os diría si yo supiera escribir’”.

 
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